“México entra a 2026 encajonado entre tres vectores de presión. En el norte, un Estados Unidos que endurece su postura frente a drogas sintéticas, migración y comercio, y que se siente legitimado para utilizar instrumentos de fuerza más intrusivos en el hemisferio. En el sur, una América Latina donde las “nuevas derechas” consolidan poder mediante discursos de orden y resultados rápidos en seguridad, erosionando la legitimidad comparativa de proyectos progresistas. Y en su propio interior, una presidencia que ve estrecharse rápidamente su base de apoyo y que debe decidir cuánto capital está dispuesta a gastar para sostener principios como la no intervención y la soberanía frente a la presión coordinada de Washington y de varios socios regionales”, advierte Ghaleb Krame, PH. D. en su último Reporte Krame.