Jack Spartan
@JackSpartanXX
Agradezco su lectura
En mi opinión, el escándalo del campo de exterminio en Jalisco está afectando profundamente al régimen, a pesar de su conocida actitud cínica e insensible ante otras atrocidades, por una combinación de factores que lo hacen imposible de ignorar o minimizar.
Magnitud y brutalidad sin precedentes.-
Este no es un caso más de violencia en México. Los hallazgos en el rancho Izaguirre en Teuchitlán —centenas de restos óseos calcinados, hornos clandestinos, ropa y zapatos de víctimas— revelan una operación sistemática de reclutamiento forzado, tortura, asesinato y cremación masiva, que habría operado desde al menos 2012.
La escala industrializada del horror, comparable a los peores episodios de genocidio en la historia del planeta, sobrepasa lo que el régimen ha enfrentado antes.
Incluso para un gobierno habituado a la violencia, esta brutalidad extrema rompe con cualquier intento de normalización.
Evidencia de complicidad o negligencia institucional.-
El escándalo expone una falla sistémica que el régimen no puede eludir.
La Guardia Nacional intervino en el lugar en septiembre de 2024, deteniendo a 10 personas y encontrando un cuerpo, pero no investigó a fondo.
Para variar, fue el colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco, no las autoridades, quien destapó la magnitud del horror.
Esto sugiere que las autoridades federales, locales y estatales, incluida la fiscalía de Jalisco, pudieron haber encubierto o ignorado deliberadamente las actividades del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).
Para un régimen cínico, la complicidad o negligencia institucional expuesta públicamente es un golpe directo a su legitimidad y control.
Presión internacional implacable.-
A diferencia de otros casos, este escándalo ha trascendido fronteras:
Medios como *Euronews*, *CNN*, *The New York Times* y *BBC* lo han calificado como un “campo de exterminio” o “crematorio clandestino”, atrayendo la atención global.
EEUU, que considera al CJNG un grupo terrorista, y otros actores internacionales están observando de cerca.
La imagen de México como un Estado fallido donde operan campos de concentración del narco daña su reputación internacional, algo que el régimen no puede permitirse ignorar, especialmente por las implicaciones diplomáticas y económicas.
Desafío a la narrativa oficial.-
El gobierno ha tratado de minimizar la crisis de los más de 124,000 desaparecidos en el país, pero este caso la hace innegable.
La pendeja se vio obligada a calificarlo de “terrible” y a ordenar una investigación federal, rompiendo su habitual postura de distanciamiento y el cinismo que la caracteriza.
La presión de colectivos y organizaciones de derechos humanos para que la Federación asuma el caso y sancione a los responsables pone en jaque la estrategia de delegar responsabilidades a los estados.
Este colapso de la narrativa oficial es un problema que el régimen no puede controlar con su cinismo habitual.
Para un gobierno cínico como el que tenemos, mantener la cohesión interna es crucial, y este caso pone esa unidad en riesgo, pues la complicidad del Cacas con el narco ya a estas alturas es innegable.
Movilización social y pérdida de control.-
La respuesta de la sociedad civil ha sido inmediata: vigilias y protestas en al menos 24 plazas públicas exigen justicia.
Este no es solo un escándalo; es un punto de inflexión que podría catalizar un movimiento social masivo, como ocurrió con los 43 de Ayotzinapa en 2014.
Aunque el régimen suele ser insensible a la indignación popular, la escala de esta reacción —combinada con el luto nacional— amenaza con desbordar su capacidad de contención.
Sigue.-
El escándalo del campo de exterminio en Jalisco está afectando tanto al régimen, porque expone la podredumbre sistémica, la complicidad institucional y una brutalidad que ni su cinismo habitual puede encubrir, sobre todo bajo el escrutinio del mundo.
No es solo un crimen más, sino la prueba de que el Estado ha perdido el control de partes del territorio.
La combinación de presión internacional, movilización social, implicaciones políticas y el colapso de su narrativa hace que este caso sea un desafío excepcional, incluso para un gobierno acostumbrado a ignorar atrocidades.
Está en nuestras manos exprimir esto hasta donde tope, porque estos malnacidos que nos gobiernan, se tienen que ir si o si.
Esta es la herencia maldita del Cacas.
Namaste
